Hola de nuevo familia!
Hoy os traigo la última crónica de mi embarazo, el tercer trimestre que fue desde julio hasta octubre aproximadamente (Daniela nació a principios de octubre).
La verdad es que julio moló un montón, nos escapamos un fin de semana a la casa de la playa para lucir barriguita y después me subí con mi padre a Madrid mientras Marido se volvió a casa porque tenía que trabajar (evidentemente esto no moló tanto). Pero ya se notaba perfectamente a Dani dando guerra desde ahí dentro, y mi familia flipaba con los movimientos que se marcaba mi niña.
En agosto, que papi tenía vacaciones, pasamos una semanita en su tierra, el Puerto de Santa María, donde pasamos muy buenos momentos con nuestros sobrinos en la playa, cenita con amigos y disfrutando de las pedazo de comidas que se marca mi suegra. Qué rápido se pasa el tiempo cuando uno está disfrutando, ¿verdad?
Después volvimos otros 9 días a Guardamar, donde disfrutamos de “il dolce far niente”, cocinando y dando paseos con nuestro primogénito el peludo. Uno de los últimos días que estuvimos allí, tuvimos el gusto de compartir uno de los atardeceres más bonitos del verano con “Tipos Photography Services”, quienes nos hicieron una pedazo de sesión de fotos impresionante.
Pero, como decía, lo bueno se acaba pronto! Y dos semanas después de volver a casa empezó lo que para mí ha sido la única molestia del embarazo, pero... ¡Qué molestia! Resulta que un día me despierto y no podía ni levantar un pie del suelo. Un dolor increíble que me impedía hasta la cosa más básica como era meterme en la ducha. Fuimos al ginecólogo y en cuanto me vio entrar por la puerta dijo: “vaya diástasis más fuerte que tienes”.
Hasta el momento, claro está, yo no sabía qué era eso. Había escuchado hablar de la diástasis abdominal, que nos pasa a todas las mujeres cuando estamos embarazadas. Las diástasis no son más que la división de los músculos, que debido al embarazo hace que los abdominales se separen. Normalmente luego vuelven a su ser, pero hay veces que se necesita rehabilitación. En mi caso era “diástasis de la sínfisis”. Agüita con el nombre. Se me habían separado las caderas, o mejor dicho, el ligamento que las une.
Estando en la consulta, como tocaba eco, me tumbé como pude y en cuanto me puso el ecógrafo me vine abajo. ¡Qué dolor! No pudo ni medirle la cabecita a Dani porque me dolía una barbaridad. Así que allí mismo me recetó una inyección que suelen poner cuando hay riesgo de parto prematuro, y que hace madurar los pulmones del bebé. Me la recomendó porque a parte de esto, llevaba corticoides y me dijo que debería hacerme mejorar. Así que 15 minutos después allí estaba yo con el culo en pompa para que me pusieran pa dichosa inyección. Pero mereció la pena tanto! Seguía sin poder conducir, tumbarme de lado o ponerme las zapatillas, pero por lo menos podía andar (aunque bastante lento).
Así que el mes de septiembre y lo poquito de octubre que me quedaba de embarazo me lo pasé casi encerrada en casa. Para colmo me salió una hernia inguinal, así que no podía hacer esfuerzo y tenía que ir con una faja todo el santo día. No sé dónde vivís vosotros, pero en Almería en octubre HACE MUCHO CALOR. Así que fantástico y maravilloso todo.
El día 9 por la noche de madrugada (la noche del 9 al 10) empecé con contracciones cada 5/10 minutos. ¡Qué cierto es cuando te dicen que cuando sean las de verdad lo notarás! Yo venía teniendo contracciones de Braxton Hicks (que son las que no duelen) desde abril, pero éstas, aunque eran soportables, dolían. Como el día 10 teníamos gine, pasé de despertar a Marido y cuando llegó la hora me duché (lo que hizo que pararan las contracciones) y nos fuimos a consulta.
Nos dijeron que ya estaba de 2 cm y que si quería me podía quedar ingresada, pero como vivimos a 5 minutos preferimos esperar en casa. Pasé el resto de la mañana sin contracciones y pude comer tranquila. Pero a las 4 de la tarde volvieron y ya para quedarse. Tranquilamente empecé a preparar lo poquito que me quedaba de la maleta (las típicas cosas de última hora, como el móvil, el cargador... cosas así).
A las 6.30 de la tarde llamé al papi porque ya no podía respirar cuando me venía una contracción. Entre pitos y flautas llegamos a la clínica a las 7.30 de la tarde. Que por cierto: la gente es de un insensible a veces!!! Llegamos por urgencias, como nos dijeron que deberíamos hacer llegado el momento. Y estaba aquello a rebosar. Una cola...! Pues nadie fue capaz de decir “pase usted”, viéndome embarazadísima y con contracciones, hasta que una enfermera se percató y ya “me colaron”. Ay que joderse.
En fin, que para no hacer eterno este post, el parto os lo cuento en el siguiente ;)
Un abrazo familia!
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